Un implante es una pequeña y sofisticada estructura elaborada a base de titanio, material utilizado con éxito hace años en otras especialidades médicas. El implante dental tiene una forma que recuerda al tornillo que todos conocemos, pero su especial configuración, composición y diseño permite que nuestro organismo lo acepte perfectamente como propio.
Sus características hacen que el implante efectúe las funciones de «raíz artificial». Estos implantes nos permiten reponer dientes o muelas que se han perdido sin necesidad de tocar o tallar (desgastar) los dientes vecinos y sin utilizar aparatos que pueden moverse, haciendo la masticación más dificultosa o que resultan poco estéticos por sus ganchos.
Cuanto mayor número de implantes se coloquen, mejores resultados vamos a obtener, pero muchas veces con dos, tres o cuatro colocados en la parte de arriba (maxilar superior) o abajo (mandíbula), serán suficientes para hacer que nuestra dentadura esté totalmente inmóvil al hablar o comer y esto ya supone una gran ventaja. No obstante existen muchas combinaciones posibles, que variarán en función de los requerimientos de cada persona así como de las condiciones bucales que presente.
Los implantes los colocamos dentro del hueso con anestesia local y, aunque hay algunas excepciones, muchas personas con un estado de salud aceptable y que tengan la cantidad y calidad de hueso suficiente, se pueden beneficiar de este tratamiento. Pasados unos meses y comprobada la «osteointegración» del o los implantes, se podrá ir confeccionar la prótesis o dientes necesarios. Si lo desea, infórmese, cada caso requiere un estudio previo y un planteamiento distinto.